viernes, 8 de febrero de 2013




 El grafeno hace furor (noticia de La Voz de Galicia, Febrero 2013)

España se sitúa en cabeza de la investigación de un material con infinitas aplicaciones, aunque la ciencia gallega ha perdido el tren.

 

Es un auténtico prodigio en una lámina de apenas un átomo de grosor.
Es transparente, más duro que el diamante y 200 veces más resistente que el acero, pero fino como las alas de una mariposa, flexible como el papel, ligero como una tela de araña y, además, no se raya, es impermeable, transparente y tiene una conductividad eléctrica muy superior a la del cobre. Pero aún queda lo más sorprendente: posee la capacidad de combinar al mismo tiempo todas estas propiedades. ¿Se imaginan un material así? No hace falta que lo hagan, existe, se llama grafeno y está llamado a revolucionar la industria e incluso nuestra vida cotidiana con las infinitas aplicaciones que ofrece, muchas aún desconocidas, al igual que el plástico lo hizo el pasado siglo. No parece entonces exagerada la inversión de 1.000 millones de euros que la Comisión Europea acaba de anunciar esta semana para liderar la investigación y aplicaciones de este derivado del grafito, una estructura del carbono con la que, por ejemplo, se fabrican las minas de los lápices. España está bien situada en esta carrera, ya que ha captado, en una primera fase, el 12 % de los fondos del proyecto, solo por detrás de Gran Bretaña, aunque el primer tren ha pasado de largo para Galicia, que no ha situado a ningún grupo en esta iniciativa. En la carrera internacional tampoco será fácil desbancar a Estados Unidos, China o Corea, que llevan años dedicando enormes cantidades a esta investigación.
«Es más que una promesa lejana. Nunca antes se había visto algo con las propiedades del grafeno, ni creo que vaya a aparecer otro semejante», explica el investigador del CSIC Francisco Guinea, uno de los mayores expertos mundiales en el tema y coordinador del proyecto de la UE en España. ¿Cuál es el principal reto que queda por superar? Su fabricación en serie a escala industrial y su manipulación. «Hace falta conseguir crecer grafeno de alta movilidad y sin defectos con una calidad tan alta como la que ya se obtiene en laboratorio», constata Amelia Barreiro, investigadora de origen gallego que ahora trabaja en ese material en la Universidad de Columbia. Pero el desafío está cada vez más cerca, como ha demostrado la compañía Samsung, que recientemente ha presentado una lámina de grafeno de un metro por un metro. Luis E. Hueso, líder del grupo de Nanodispositivos del CIC nanoGUNE de San Sebastián, apunta otro reto. «Hay que encontrar nichos donde este material se pueda explotar. Y no basta con decir sirve para esto o lo otro, hay que demostrar que funciona mejor y es más barato, si no la industria seguirá con lo que ya tiene, porque le resultaría muy caro cambiar sus sistemas de fabricación», explica el investigador gallego.

¿Qué aplicaciones inmediatas tiene? 

 

Pantallas táctiles más baratas e incluso plegables (móviles, tabletas y ordenadores portátiles podrán enrollarse y desplegarse a conveniencia), transistores de alta frecuencia, sensores de alta capacidad para medicina y medio ambiente, células fotovoltaicas más eficaces y plegables, refuerzos para la estructura de los aviones, baterías más potentes para coches eléctricos y que se recargan en mucho menos tiempo... «Está cambiando todo muy deprisa, y es de esperar que pronto se mejoren los procedimientos y sean más baratos», señala Francisco Guinea.

¿Y en el futuro?

 

 Las aplicaciones son infinitas y casi inimaginables en todo tipo de ámbitos. Retinas artificiales, huesos de grafeno, prendas inteligentes que hagan chequeos en tiempo real, implantes neuronales, redes de comunicación inalámbrica ultraveloces, chalecos antibalas infalibles... «El grafeno tiene el potencial de revolucionar muchos aspectos de nuestra vida al mismo tiempo», subraya Konstantin Novoselov, el Nobel que aisló este material en el 2004. ¿Cuándo llegarán? Depende. Las primeras aplicaciones, en tres o cinco años. Para otras habrá que esperar veinte o más. Aunque todo va muy deprisa.

Mauro Rivas Ferreiro, 1º Bach C